miércoles, 16 de mayo de 2012

Sueño con Tiburones.


De repente estoy a la orilla de una pileta de natacion, en una especie de hotel 5 estrellas abandonado. El agua de la pileta refleja las nubes de un cielo rojo. Pero si miro para arriba el cielo es azul. Hay bastante poca gente cerca mio; pero todos amigos, familiares o conocidos o conocidos de conocidos. No hace calor, me meto a la pileta con la ropa puesta. La pileta sigue pareciendo un cuadro, creo que se parece un poco a la tapa de Californication de Red Hot Chilli Peppers. Me meto, pero me quedo agarrado del borde, me acerco a la escalera de metal que se mete en el agua como un robot que se moja los pies sentado en el borde. Veo pasar un tiburón muy cerca de mis pies, con la boca abierta (otra vez tiburones). El agua se mueve como un mar, ahora veo 2 tiburones mas. ¿imaginás lo que sentirías? Bueno, siento eso y pienso. ¡Tiburones! ¡Como en el sueño de anoche, cuando salian de la canilla de la cosina! Entonces ¡otra vez estoy soñando!
Me veo acostado en la cama, mi hermano en la cama de al lado. La oscuridad de la pieza no me calma. Los tiburones desaparecieron de mi vista, pero ¿te acordas eso que sentía? lo sigo sintiendo. Como si los tiburones me acecharan detrás de un telón que tengo que correr para salir a escena. La asfixia sigue, intento bajarme de la cama para ir al baño; me estoy haciendo. Aunque el agua de la pileta que mojaba mi cuerpo ahora sea mi transpiración por el esfuerzo de querer moverme; no puedo moverme, ¡no me desperté! ¡otra vez! como la otra noche. Intento pegarme para despertarme, no puedo mover los brazos. Las piernas, que antes no movía para que no me muerda el tiburón, ahora me las atan las sábanas enredadas. Intento llamar a mi hermano, no me sale la voz. Intento gritar algo, una vocal, un ¡Eu!, nada. Boqueo como un pez. Las cuerdas vocales parecen un pasto flojo que sólo se mueve por el viento, pero no emiten ningún ruido. No se cuánto dura esto. Imagino un gran titiritero sonriente, en el techo de mi habitación jugando con mi cuerpo. Cuando se aburre, me despierto agitado, como después de jugar una carrera barranca arriba. Voy al baño y después me sirvo agua de la canilla de la cocina para mojar mi boca seca y pastosa.
-Alta sesión de terapia mañana.

sábado, 17 de marzo de 2012

El viejo soy yo.






Viernes 2 de marzo de 2012.






Bueno, cuestión que estaba en Tortuguitas, con la camioneta del laburo, colectora ramal Pilar, como decía el mapita impreso del Google Maps; la ultima calle antes que empiece el golf, doblar a la derecha. Y ahí doblé. Vengo por la colectora en dirección a capital y doblo a la derecha. Calle de tierra… y de barro mas que nada, porque la semana anterior había llovido.
Y no te voy a mentir que cuando pasé por el barro… me gustó un poquito la cuestión del rally, pero si se llegan a enterar mis jefes… no esta bueno. Así que... Pero la verdá que en ningún momento tuve miedo que se me quede la camioneta…
-con el pedido sin entregar,
-a un cliente súper hincha pelotas
-y habiendo pasado el último mes con la mala suerte al mango... una mala leche increíble…mirá, incluyó:
-parada por la policía con la VTV vencida,
-una rotura de camioneta en Valentín Alsina que eeesaaaaaa, esa te la cuento después, pero fue mor-tal esa, después te la cuento haceme acordar;
-bue, multas con mi auto, mas o menos tres en un mes,
-el choque,
-el placard caído,
-el arreglo del placard
-el placard caído de nuevo, pero esta vez sobre el dedo gordo del pie,
-los dedos de las dos manos apretados por una prensa en una máquina
-las crías de mi gata,
-la fuente en la casa de la hermana de Manu, que se la hice mierda;
-los problemas del auto,
-y toda la sumatoria de situaciones que ya estaban empezando a asociar seriamente mi figura a la torpeza, cosa que no me caía del todo bien.

Bue, si; la camioneta pasando por el barro, y yo creyéndome uno de la dupla Andreoli-Diure (porque no conozco otros corredores de Rally, te digo la verdad), pisteando común-cam-pión.
Bueeeeeeeeee, no fue para tanto. Nunca tuve miedo, y mirá que yo soy re cagón ¿eh?, pase por el barro sin frenar del todo, pero no me puse ni a volantear ni a hacer maniobras, ni coliadas, ni cosas muy locas.
Bue, paso la parte mojada y empieza la tierra seca. Y yo ya venía haciéndome el banana con el mapita impreso del Google Maps del orto, que interpreta las direcciones como le pinta el ojete y confío como un boludo.
Voy por la calle de tierra seca y empiezo a ver que la calle Lacace no aparece; y ni pinta hay que por la zona aparezca de la nada una empresa de logística y depósito de la marca Puma; mas bien parecía que en cualquier momento aparecía un tehuelche o un gaucho, porque eran todos ranchitos y mucho campo.
En eso veo caminando como un pingüino, como a unos 200 metros, a una figura que a medida que nos acercábamos, fui viendo que era un hombre; y cuando nos cruzamos y freno, veo que es un viejito con la piel marrón-marrón, bien licita, como planchada por partes y como una pasa de uva por otras; la cabeza con la misma cantidad de canas que de pelos morochos; el ojo derecho hundido, blanco y mas chico que el otro; y que en la punta del brazo le colgaba como el péndulo de un reloj antiguo, una bolsa de hacer los mandados azul con rallas verdes muy finitas.
Bajo la ventanilla y lo saludo al mismo tiempo que pienso:
-Este no tiene lamás-puta-idea.-
-Buenas tardes.- le digo, y cuando bajo la ventanilla, siento que entra un calor importante de afuera, y no se si el viejito no tenía un pulóver azul puesto ¿o me confundo con la bolsa…que también era azul? Bue, no importa; la cuestión es que le entendí que no sabía donde quedaba la calle o que estaba seguro que por ahí no era, me daba igual. No se le entendía mucho al pobre viejo, no tenía un solo diente.
-Muchas gracias.- le digo. Subo la ventanilla y sigo unas 2 o tres cuadras más. Pego la vuelta en U y veo…, al viejito que seguía caminando como un pingüino, pero ahora visto de atrás. Miro el papel con el mapa impreso y caigo otra vez en la cuenta que estaba re perdido, iba a la velocidad de una persona caminando.
-Bue, por acá no es- pensé. Y acelero un poco la marcha.
Paso por al lado del viejo y… ¿Qué se yo…? O… se me vino una oleada de buen samaritano, ooo no seeee… me iluminó algún santo ¿Qué se yo…? no pensé.
Bajo la ventanilla y lo veo al viejo que era una estatua viviente de barro.

-“En memoria de la abnegación”.-

Eso diría la placa al pie de la estatua viviente. Le digo…:
-Venga abuelo, suba que lo alcanzo.- El viejito se encorva levemente, sube la mano derecha hasta mas alto que la cabeza, sonríe, temblequea los labios, achina los ojos, pero no deja nunca de caminar. Era cerca del mediodía, y el sol estaba bastantiii bastantiii quenchi.
-Venga, subo que lo alcanzo.- le insisto haciéndole señas exageradas con el brazo para que se acerque, como sacando de apresurada conclusión que el viejo podría llegar a estar sordo. Se sonríe, dice algo que no entendí de nuevo, rodea la camioneta por adelante, le abro y se sube.
Bueno, ahí me contó que venía de una celebración del colegio del pibe, “celebración” le decía él, para mi era el acto del primer día de clases; que el pibe tenía 12 años y que el pibe no era su nieto.
-¡¿Su hijo?! ¡¿Tiene un pibe de 12 años?!- ¡me sorprendí! el viejo estaba hecho percha, pero si tenía un pibe de 12, andaba fenómeno. No, resulta que era el hijo de una vecina, que el pibe no se quería quedar con la madre (no pregunté porqué) y que él lo había criado como un nieto. Venía entretenida la charla, me alegraba haber tenido la idea de alcanzar al viejo y además, me caía bastante bien. En eso empezamos a acercarnos a la parte de barro en la que ya me había hecho el pija a la ida, pero no dudé, así de fácil como había pasado ya una vez, tenía pensado pasar la segunda. El viejo seguía hablando, para ser sincero, le perdí el hilo del relato por unos segundos pensando en el barro. Entonces, siento que la camioneta empieza a irse de costado, había frenado mas que a la ida, creo que eso no ayudó; cuestión que la camioneta empezó a quedarse, a quedarse, a quedarse y a irse de costado, costado, ta, ta, ta, tuc! La quedó. Yo aceleraba y la rueda girando en el mismo lugar, como una vuelta al mundo a los pedos. El viejito seguía hablando, yo dejé de escucharlo por completo. Se me vino a la mente, toda la lista de accidentes de los últimos meses y al instante pensé:
-No, no, no, no, no, no, no, no. No puedo tener taaaaanta mala leche.- Ese pensamiento me lo interrumpió el viejo cuando veo que en el medio de mis maniobras totalmente inútiles para sacar la camioneta del barro; abre la puerta y empieza a enfilar como para bajarse.
-No, no, pare, pare ¿Qué hace?- Y apago la camioneta. Ahora si, se baja y va caminando como para atrás. Me bajo yo también y cuando miro para atrás de la camioneta, lo veo al viejo en cuatro patas en la calle, con las dos manos hundidas en el barro, riéndose. Caído; parecía un soldado con un tiro en la panza y sonriente en el medio de la calle.
-¿Qué hace?, ¿Qué está haciendo?, ¡¿Qué le pasó?!- Y ahí es como que algo me pasó en la bocha, lo único que pude pensar fue.
-No-puede-ser- El viejito se levantó como si nada antes que yo llegue a darle una mano. Tentado de la risa o de la vergüenza, se limpia las manos todas embarradas en un charco de agua marrón y se manda de un salto para la vereda, cruza la zanja como un atleta, deja la bolsa tirada y va derecho para unas maderas que parecían de un pálet roto; las agarra y me las empieza a ofrecer para poner debajo de las ruedas de la camioneta; o al menos eso entendí yo.
-Gracias, gracias. No se preocupe, usted valla, yo llamo a la grúa, no se haga problemas, valla, valla.- Parecía que no me escuchaba. Yo le agarraba las maderas, pero él iba y buscaba más.
-Oiga, en serio…- le decía yo.
Nada.
Se reía y seguía ayudándome, no ofreciéndome ayuda. Me ayudaba sin preguntar. Porque la verdad que me ayudó.
            En eso veo que enfila a caminar en dirección contraria al sentido de la camioneta.
-Chau,- dije. Se piantó. Pensé que por ahí ya se quedaba de ese lado, el del colegio del pibe, porque ya faltaba poco para que salga, o que iba a visitar a algún pariente, o que se había olvidado de comprar algo o que se yo, alguna boludez de esa.
Entonces, creo que llegué a intentar sacarla una vez antes de ver como a una cuadra mas o menos, ahí no hay cuadras, es todo campo; al viejo que se frena, no se si no era mas de una cuadra; se acerca a la zanja, se agacha y levanta algo del suelo,
-Una madera.- pensé yo, se aleja un poco mas de mi, se vuelve a agachar y queda así medio encorvado; levanta el brazo derecho y empieza a martillar algo que sostenía con la otra mano.
Yo ya había empezado a caminar en dirección al viejo, apenas lo ví agacharse la primera vez y cuando lo veo que empieza a golpear algo, le metí pata. No sé si hasta no llegué a echarme un trote, yo sólo me acuerdo que me apuré y que todo el tiempo pensaba:
-no puede ser, no puede ser, no puede ser, no puede ser…- hasta que llego medio agitado a unos 3 o 4 metros del viejo que le estaba dando con un cascote a una madera apoyada sobre su pierna y le digo: casi gritando ¿eh?
-¡Oiga! ¡Oiga!, ¿Qué está haciendo?- No me escuchaba. O se hacía el boludo.
-Déme eso, ¿qué esta haciendo?- no me costó mucho sacarle el cascote ni la madera, cosa que me sorprendió porque la madera y el cascote eran muchísimo mas pesado que lo que parecían; supongo que por la facilidad en que el viejo los manejaba ¿no?
-Venga, déme, ¡oiga!, ¿cómo es su nombre? Déme le digo hombre, ¿Cómo se llama?- no le entendí.
-¿cómo se llama?- Y me dice con vos clarita:
-Agustín.
-¿cómo?
-Agustín.- yo me río.
-¿Me está tomando el pelo usted? ¡¿Cómo se llama?!
                        -Agustín,- me dice y sigue: -Antes en mi época, -creo que dijo época, pero lo volví a interrumpir,-
                        -Yo también me llamo Agustín.-
                        -Ah.- dijo el viejo; y dijo algo del estilo de que los Agustines son buenas personas, o que es nombre de buena persona, o algo así. Antes de esto, yo ya le había visto el dedo gordo de la mano que sostenía la madera, explotado. Morado y con sangre alrededor de la uña. Creo que ya habíamos empezado una conversación sobre el dedo, pero lo de su nombre fue muy fuerte. Le saco todas las maderas que tiene en la mano.
Se da vuelta…, agarra más y dice:
-Antes, en mi época, se acostumbraba a poner el nombre del santo del día que se nacía. San Agustín.
-¿el 28 de Agosto?- me hice un poco el canchero por saber lo del santo, creo ¿eh? El viejo ni lo notó, pero yo pensé:
-¡Al fin puedo usar esta información tan inútil en una conversación!
-El 28 de Agosto. Por eso Agustín.-me dice.
Me amontono todas las maderas que llevo encima como puedo, y le saco las que acaba de agarrar.
El viejo se da vuelta otra vez y ¿vos podes creer que agarra más?
-Oiga, deje. Ya está. Deje, deje. ¿Se golpeó el dedo?
-No, estaba doblando los clavos de la madera para que no se…-
-¿Qué le pasó en el dedo?-
-Cuando me caí… allá… adelante… cerca de la camioneta.- Ahí me di cuenta que tenía un acento, a Santiagueño o no se, de algún lugar del interior. Ninguno de los dos ni siquiera nombramos a la casualidad de nuestros nombres. Un pelotazo de tema.
-¿Cuántos años tiene usted?- Ya habíamos arrancado a caminar cargados de maderas, hacia la camioneta.
-82.-
-¿82?... Qué macana ¿eh?- El viejo me mira y levanta las cejas anchas, grises y duras. Me responde y no le volví a entender, o no me acuerdo que me dijo.
-Que macana la camioneta, en el barro.... Valla usted ¿eh? En serio, yo llamo a la grúa si no la saco.
-Noooo…. Yo no me voy a ir…, eso es algo que no se discute.- No se si uso esas palabras, pero no volvimos a tocar el tema. La verdad que no le estaba prestando mucha atención. Interfiere el pensamiento ¿viste? Estaba empezando a entrarme un poco el cagazo. Llegamos a la camioneta, y empiezo a intentar hacer tacos con las maderas para que agarre la rueda en el barro. Tacos, con quesadilla, aguacates y chile.
Bueno, si; perdón. Me subo por quintuagésima vez a la camioneta, le doy marcha atrás, marcha adelante, y nada. No sale. Me bajo y trato de trabar mas las maderas. A todo esto no tengo idea que hacía el viejo. En eso, estoy agachado en la rueda de atrás tratando de acomodar una madera, y escucho las pisadas del trote de un caballo que se hace cada vez mas fuerte por la calle de tierra. Me paro y veo que viene de la misma dirección en que íbamos nosotros un carro de cartonero con dos adolescentes. Adelante del carro, tirando de dos riendas, un caballo negro. Lo miro al viejo que estaba mirando lo mismo que yo, y nos miramos un poco cagados las patas me parece. Me hago un poco el gil y doy un poco de pena con el gesto. Cuando me están pasando por al lado me miran y me dice uno:
                       -¿Te la sacamo flaco?-
                       -Huuu, no sabes como te agradezco.- Le digo. La sonrisa, no sabes…; no me entraba en la boca.
                       -Pero nos tirá una moneda, ¿eh?-
                       -Si capo, olvidate.- Le digo.
Se bajaron del carro y lo acercaron un poco a la trompa de la camioneta.
                       -¿tenes una soga?- le pregunto al que tenía mas personalidad de jefe. Mira para el carro y le ordena al otro que agarre una cinta ¿viste esas que se usaban antes para levantar cortinas?… una cinta de soga, esas son mas fuertes que la mierda. Se tira uno (el menos jefe), abajo del auto y después de deliberar los tres cual lugar era mejor, ataron la soga a la camioneta. A todo esto, el viejo había querido meterse un par de veces a ayudar al pibe que estaba en el barro atando la soga.
                     -¡Anda para allá, vó viejo! A ver si te caes…-
El viejo daba un par de pasos para atrás, pero en seguida volvía a acercarse.
-¿Cómo se llaman ustedes?
-Yo Ezequiel.- Dijo el jefe –y él José.
-¿y que andan haciendo por acá con el carro?- En simultáneo con las últimas palabras que digo, pienso:
-¡Que pregunta mas pelotuda mi dios!
-¡Anda para allá te dije! Listo, ya está.- Dice José. Se levanta, se ubica Ezequiel el jefe a las riendas del caballo, y José el no jefe, se va para atrás de la camioneta a empujar. Veo al viejo que va caminando atrás de José. A esta altura ya confiaba en las habilidades del viejo y no le dije nada. Seguro que terminó empujando de atrás.

En el primer intento la camioneta salió. Me arrastran unos metros, frenan y veo Ezequiel que se acerca a la ventanilla. Les dí 60 pesos que me habían dado para la nafta el día anterior.
-Gracias flaco.- me dice Ezequiel.
-No maestro. Gracias a ustedes, la verdad que me salvaron.- Me da la mano y me saluda. Le abro la puerta al viejo para que suba, a todo esto ya había pasado, calculo que como una hora. Se sube el viejo, nos quedamos mirándonos y diciendo que si suavecito 2 o 3 veces con la cabeza.
-¿Viste? A veces el malo hace algo bueno y a veces el bueno hace algo malo.- Me tira el viejo de mierda. Yo vuelvo a decir que si con la cabeza.
Me contó de un hijo al que le hizo un asado para el cumpleaños de 55 y el maldito nunca llegó, que se había separado y se había tenido que arreglar solo con 4 hijos chiquitos, que después cuando vino de Tucumán y ahí le agarré el acento; conoció a una mujer parece que buena y que se le murió harán unos 4 o 5 años y que trabajaba haciendo changas. Cuando paramos en la puerta de la casa, que no era mas que un chaperío en un terreno pegado a un galpón, con maderas, plantas gigantes y un camión abandonado sin ruedas, apoyado sobre 4 barriles enormes en el frente. Ahí donde estaba el camión, cuando lo saquen, el viejo Agustín quería construir una especie de quincho para darle de comer a los pibes del barrio.
Yo esa noche tocaba con Manu y Anto en la Biblioteca Madero. Cuando le conté a Manu todo el episodio, me dijo que el viejo Agustín por ahí era yo que venía del futuro a ayudarme para poder llegar a tiempo al recital. Cuando le conté la parte que se cayó, me dijo:
-No hay dudas, si se cayó en el barro, el viejo sos vos.-

viernes, 2 de marzo de 2012

Una semana sin vernos y la adicción al juego.








Fue el año que te fuiste a Córdoba, con mami y los abuelos. Ya te conté lo que fue la despedida en Retiro. Bueno, no hablamos en toda la semana. Yo me mandé un par de mensajes con mami, y ella me comentó que ni me nombraste, que jugaste muy bien sola, que también te hiciste amigas, que a la noche llegabas muerta, que te dormías enseguida y que por eso no te leyó los cuentos que te escribí para la ocasión. Te voy a decir la verdad, un poco de bronca me dio que ni hayan abierto el cuaderno, los hice con mucho amor; pero bueno, ya va a haber oportunidad para leértelos aunque el cuento que te escribí para el primer día de escuela ya no tenga un sorete de sentido y piense que quizá hubiera estado bueno que lo leas; porque lo que fue el lunes 27 feriado previo al primer día de clases… ufff. ¡Como me la hiciste pasar! ¡Estuvimos una semana sin vernos, en esa semana estuviste todos los días con mami y desde las 7 de la tarde hasta las 9 de la noche, estuviste llorando porque la extrañabas! Mamita…. Por suerte puede conservar la calma y manejar la situación sin enojarme.

Bueno, ese lunes feriado 27 de febrero ni idea que se conmemora, yo sé que fue el día después que llegaron de Córdoba y un día antes que empieces primer grado, no se si te acordás, te fui a buscar de mami tipo 11 de la mañana, de ahí pasamos por el tren de la costa para ver a que hora abría el cine, después fuimos a lo de Anto y Mili a buscar a Maya, pasamos por casa y nos fuimos al Unicenter porque había películas mas temprano. Sacamos dos entradas para Alvin y las ardillas 3, a vos te gustó y yo me dormí por primera vez en mi vida en un cine.

La cuestión es que llegamos a la 1 del mediodía y la película empezaba a las 4 de la tarde. Comimos porquería en macdonalds, te ganaste un juguete de Bugs bunny y nos fuimos para los fichines. ¡Que manera de gastar guita Peluca!, ¡cómo nos enviciamos, mi dios…! Pasa que jugamos 2 veces a los de los coches de carrera, yo te hacía upa, apretaba los pedales y vos manejabas el volante; pero son juegos para nenes mas grandes, al segundo juego que se nos acabó a los 30 segundos, rajamos para algo que dure mas, teníamos 2 horas al pedo antes que empiece la película. Dimos media vuelta a los juegos y no va que me agarra una gordita simpática adentro de un kiosquito parecido a una kermés que me dice:

-Por 10 pesos, tenés 2 tiros, si tirás todas las latas, te ganas esta pelota.- La pelota era mas grande que vos, así que la idea te encantó.

-Dale- le dije yo, y pregunté haciéndome el banana: -¿no están muy cerca las latas?, ¿Dónde esta la trampa?.- La gordita, muy astuta, no me contestó nada. Claro, los dos tiros eran con una media enrollada. Para tirar las latas, había que tirar mínimo con algo mas pesado que una pelota de tenis, las latas eran como 15 y estaban apiladas formando una pirámide. Igual me tuve confianza. El primer tiro tire bastantes, quedaron creo que 6, la chica volvió a acomodar las latas que quedaban y tiré mi segundo tiro, quedaron, creo que 3. Perdimos. La puta madre.

-Dame otro.- Estaba re caliente, pero bueno, me daba un poco de vergüenza y demás quería que juegues vos también, así que te dije:

-Dale vos, mirá que hay que darle con toda ¿he? Tira bien fuerte.- Y tiraste. ¡A la mierda la tiraste! La bola de medias pegó en el techo del kiosquito ese de kermes mal armado, berreta, de plástico, sin onda, kiosco del orto, no tiraste ninguna lata; ahora yo tenía que tirar todas las latas con el único tiro que nos quedaba, ya llevaba gastando 20 pesos en nada, ni siquiera era divertido. Vos igual te reíste y yo me olvidé de todo. Me mordiste la remera y dijiste con los dientes apretados:

-Quiero la pelooooootaaaaaa.-

-Ahora te la gano- te dije. Me hice el que no me importaba demasiado el premio y junté toda mi fuerza al mismo tiempo que pensaba,

-Yo jugué al handball mil años, voy a tirar esas latas de mierda o me muero acá mismo de la vergüenza aunque nadie en este puto Shopping me conozca. Mi hija no me quiere por mis habilidades fisicas, así que a ella no se le va a caer ningún ídolo; pero si no le gano esa pelota, me va a volver loco hasta las 4 de la tarde que empieza la película. Así que tiré, tiré con todas mis fuerzas, los adolescentes que atendían el kiosquito, o se deben haber cagado las patas o de risa, pero le movimiento de mi brazo y de mi cuerpo entero, ahora que lo pienso, creo que fue un poco exagerado. Buen, la pelota de medias paso a 30 centímetros de la pirámide de latas. ¿Que cuánto es 30 centímetros? Que se yo, mas o menos el largo de una botella de vino. Si, pasó lejos. Fuertísimo, pero lejos. Inmediatamente el adolescente del juego de al lado, que consistía en meter unas argollas de plástico de mas o menos del tamaño de una pulsera, en unas maderas cuadradas de mas o menos un centímetro mas chicas que las argollas, cosa bastante imposible; me mira y me dice:

-En este juego, te llevás la pelota aunque pierdas.-

-Te voy a cagar a trompadas- Pensé. Un segundo después sentí el tirón en la remera de nuevo y tu voz apretada entre dientes,:

-Quiero la peloootaaaaaaa-. Lo miro al pibe que se sonreía, estube a punto de sacar la billetera, decí que al mismo tiempo escuché la voz de la chica del juego de las latas que decía:

-Sí, pero sale 30 pesos.- Te agarré de la mano y salimos disparados de ahí. No se que te debo haber dicho, pero te olvidaste rápido de la pelota.

En eso descubrí que había juegos que daban unos tickets amarillos de a cuerdo a la cantidad de puntos que hacías al jugar; y 10 metros más allá una juguetería que cambiaba los tickets por juguetes o cosas así. Generalmente yo desconfío con gran sabiduría de estos engaños, estas estafas para niños, ni mas ni menos, que ¡¡niños!! ¡Estafan niños! Niños acompañados de sus hijos, ¿no? Obviamente, para pasar desapercibidos y tener a alguien a quien culpar.

-Ya está- pensé. A esa hora ya estaba cegado por haber perdido los 20 pesos en los 4 tiros de pelotas de medias contras las latas, que ahora que lo pienso, nunca agarré una para conocer el peso, pero bueno, ya pasó. Jugamos al Bowling, que claramente los pinos estaban imantados al piso, cosa que corroboré al tirar yo mismo una bola con toda mi fuerza, darle justo en el medio y que se caigan solo 3; vale aclarar que desde el lugar donde se tiraba la bola hasta los pinos había, como mucho, metro y medio, o dos. Igual nos dio unos cuántos tickets. Después jugaste a unos que te daba 9 bolas para tirar por una pista y embocar en agujeros con distintos puntajes, ese te divertía bastante; sobre todo cuando tirabas la pelota a cualquier lado y yo tenía que salir corriendo a buscarla, después uno de basket que nos dio muy pocos tickets, y un par mas no muy divertidos. Pero el que mas te divirtió fue uno que tenía 7 luces grandes como pelotas de tenis, puestas en una tela de araña dibujada, que se prendían y había que apretarlas antes que se apaguen. A ese jugamos un montón y nos daba un montón de tickets. Cuando se nos terminó el crédito de la tarjeta fuimos a cambiar los tickets. Teníamos 83, y acá es donde digo que está la estafa; para juntar 83 ticket, creo que habremos jugado unos 40 pesos; la cuestión que los 83 tickets no nos alcanzaban para una mierda, apenas un sacapuntas, o una lapicera, 3 o 4 chicles y alguna que otra porquería mas que en cualquier chino lo compras por 2 pesos. Lo más tentador era unos paquetes de Mogul que salían 16 tickets cada uno. Miramos para que nos alcanzaba y decidimos ir a jugar un rato más para ganar más tickets y aprovechar el tiempo que nos sobraba. Jugamos 20 pesos más y ganamos algo de treintipico de tickets. En el lugar ese de canje me habías mostrado una mochila rosa de Bugs Bunny y su novia que en mi puta vida yo la había visto. Y eso que yo miraba a Bugs Bunny ¿he? Pero nunca supe que tenía novia, siempre lo había visto dándole besos a Sam Bigotes, pero una novia de Bugs Bunny, no jamás. Bueno, la cosa es que yo creí ver que la mochila salía 115 ticket. Nos faltaba poco, casi nada para llegar. Cargué un peso más en la tarjeta para llegar a los 5 y fuimos al de las luces en la tela de araña. Nos da un par de tickets y nos fuimos corriendo a cambiarlos por la mochila; cuando llegamos me doy cuenta que había mirado mal, la mochila salía 150, no 115 como yo creía. Intenté explicártelo, pero no me entendiste. Querías la mochila. Salimos de la casa esa de canje y fuimos ya todos transpirados y totalmente borrachos por la adicción al juego, a cargar en la tarjeta, los últimos 5 pesos que tenía en la billetera. Te confieso que en ese momento tuve un ataque de pensamiento y me repetí varias veces.

-¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy haciendo? ¿Estoy loco? Todo lo que trato de enseñarle todos los días, lo estoy metiendo en una bolsa con mierda y se lo estoy tirando a las hienas….- Te miré y parecías bastante divertida corriendo agarrada de mi mano, entusiasmada por poder jugar un juego más y poder comprar la mochila…. Me olvidé que estaba pensando.

Bueno, te resumo, jugamos al de la araña y las luces. “Jugamos”, jugué yo. La única opción de llegar a los 150 tickets era jugar en modo experto. Pero no conté que en modo experto, las luces iban a mil kilómetros por hora, creo que le emboqué a 5 en todo el juego, creo eso porque nos dio 5 tickets, porque a las luces ni las vi. Fuimos a buscar la mochila, pero llegamos sumando todo, a 129 tickets, no llegábamos ni para llorarle, porque te digo que si teníamos ciento cuarenta y pico de tickets, yo era capaz de llorarle a la chica que atendía para que nos dé la mochila igual, hasta era capaz de indignarme… nooo si ya tenía todo armado: tenía pensado incluso nombrar al capitalismo, la sociedad de consumo, la ilusión de los niños y no se si hasta iba a meter al Che Guevara si hacía falta; pero con 129 tickets, no; era muy poco. Nos guardamos los tickets para decidir que hacer cuando termine la película.

Buen, entramos al cine, como ya te dije, me aburrió bastante; por suerte a vos no. Cuando terminó, caminamos hasta un cajero que por suerte ahora los Shoppings tienen adentro, decisión muy sabia para que la gente no se quede nunca sin comprar; y nos fijamos si tenía más plata en mi cuenta para jugar un par de juegos y llegar a sacar la mochila rosa de Bugs Bunny y su novia…

En fin… sacamos un monedero horrible de lata con la cara de Campanita y 4 paquetes de Mogul… Yo la pasé bien… Media hora después estabas llorando que querías ir con mami, que la extrañabas y que no querías ni que te nombre el colegio… Te cuento ahora que ya pasó todo hace un montón, que el sábado anterior a que llegues, lo había dedicado entero a forrarte los cuadernos, etiquetar todos lo útiles con tu nombre y preparar todo para que no te falte nada el primer día de clases.

Pero bueno, yo se que las cosas son así, no me puso mal, yo te amo igual o mas que siempre, por ahí poquito mas; porque ahora se que odiás al colegio mas o menos como lo odiaba yo.

Te amooooooooo

Papi.

martes, 21 de febrero de 2012

El domingo 19.

Ese sábado a la noche dormí raro. Después de llevar a Brisa y Caro a Retiro para que se tomen el micro, pasé a buscar a Petru por River y fuimos de Anto a comer unas pizzas. Cuando Brisa se subió al micro, empezó a hacer puchero. Ya me venía diciendo “te voy a extrañar”. Y yo venía haciéndome el duro inventando cosas del estilo “es lindo extrañar, porque juntamos ganas de vernos…” y obvio, no me cree cuando le digo ese tipo de cosas. Entonces una vez arriba, haciendo puchero desde la ventanilla del micro, me llamó por el celular de Caro.

-Hola Peluqui, ¿está lindo el micro?.- Yo las miraba desde abajo, el micro era altísimo.

-…si…

-¿hace frío?

-te voy a extrañar…

-yo también mi vida, pero se van a Córdoba! Con los abuelos, van a ir al río, a la montaña, a tomar sol… es una semanita, divertite porque pasa volando. ¿hace frío ahí?

-….no…

-¿te dieron frasadita? Mirá, pedile a mami que te muestre como se acuesta el asiento.- Era un coche cama.

Mientras Caro le recostaba el asiento, se empezó a mover el micro, se sentó como asustada y me meneó lenta la manito.

-chau pa-pi… te quie-ro.

-chau mi amor, pasala lindo, divertite mucho, hacele caso a mami, no la hagas renegar y hacé muchos amigos. ¡Te amo!

-chau…

-chau mi vida, chau, chau, te amo mucho.- Se me hizo un nudo en la garganta y pensé en los músculos de la cara que se contraen cuando nos asalta la congoja y hacemos puchero. Retiro estaba lleno de gente, aguanté el llanto, aunque un par de gotas se escaparon y me aflojaron los mocos. Pensé.

-Que me vean llorar no me preocupa, se va una semana, nos va a hacer bien separarnos un poco, desde que nació nunca estuvimos mas de dos días sin vernos, la va a pasar bien y a mi también me va a hacer bien no verlas un tiempito.

En lo de Anto compartí un par de tragos con Marimar. Me fui a dormir algo raro. Últimamente, estoy transitando momentos que se enlazan unos con los otros como piezas de un rompecabezas de la cotidianidad. ¿O siempre fue así? No importa.

Ese domingo me levanté enérgico. Había pensado en la ausencia de Joaco unas cuántas veces antes. En Navidad me cayó una ficha grande. Pensé en Fiore, Bauti y Mora ya grandes con caras distintas mirándome como un desconocido y lo llamé al Bambino, le dije que me gestione banda ancha en el departamento y me bajé Skype.

Bueno, lavé los platos, acomodé un poco y hablé con Jime acerca de la cuestión; me dijo que ellos no iban a ir, Joaco no quería hacer drama; que Naty había hecho el intento de querer pasar y que él había dicho que prefería que no pase, por los chicos.

-Yo voy igual, necesito darle un abrazo.- Pensé. -¿está mal que los grandes lloren?- Que se yo… es todo bastante raro. No tenemos idea de nada. Había tenido ganas de escribirle unas hojas, pero no pude. Inmediatamente pensé en Fontanarrosa.

-¡Ya está! Le regalo un libro de los míos, es algo para reír, es una joya porque no se edita más, es algo mío, tiene mi olor, mis huellas, yo ya lo leí, listo, no hay más que hablar. ¿Me lo devolvió Damián?... Si, acá está: Puro Fútbol. Es el primero que leí de Fontanarrosa. Le va a encantar.

Me subí al auto y puse la música mas alegre que encontré. Lloré todos los 20 minutos de viaje hasta Pacheco. Unas pocas cuadras antes de llegar, me refregué los ojos. -Se va a dar cuenta.- Pensé, -no importa, lo llamo en la puerta, lo hago salir a la vereda, le doy el libro, lo abrazo, le digo que lo quiero mucho, pienso 12 veces la palabra fuerza, y si no aguanto, no aguanto, ya fue, somos humanos que tenemos sentimientos, tampoco es un crimen llorar porque un hermano se va.- Lo llamé al celular, atendió el contestador. Llamé a la casa, no atiende nadie. Llego y lo veo a Joaco hablando por teléfono en el patio, riéndose. Me quedé parado en la vereda. Me hizo gesto de que entre. Yo no quería. Me insistió y pasé. Lo soludé mientras él seguía hablando por teléfono. Le pregunté por los chicos al mismo tiempo que los escuché hablar en la cocina. Pasé. Fer parecía un fantasma. Fiore miraba las fotos de su viaje al carnaval en la computadora, sentada a la mensa de la cocina como una nena mucho mas grande de lo que en realidad es. Mora estaba en bombacha, parada arriba de una silla al lado de Fiore, inquieta, enérgica, sonriente, ignorante pero receptiva. Parecía un hada. Hablamos algunas palabras, miré un poco las fotos con Fiore, bromeé con Mora y pregunté por Bauti mientras caminaba en dirección al sonido de la tele prendida en el living. Bauti estaba sentado en el sillón con las piernas recogidas, en calzoncillos y remera; abstraído, compenetrado; parecía un buda. En cuánto me vió dijo:

-¡He! ¡No vengan que no me cambié!- mientras agarraba un almohadón para taparse.

-¿Qué hacés cabezón? No vino Brisa.- y me agaché para darle un beso. Hablamos del capitulo de los Simpson que estaba mirando. Era el del día que encuentran un nido con huevos, que creían que eran de pájaros, yo le adelanté que eran lagartijas. Se sorprendió porque la mama de los huevos era un pájaro. Escuché que Joaco había cortado el teléfono y volví a la cocina. Miré un rato más fotos con Fiore, Mora la molestaba y se peleaban. Yo me reía y Fer se puso a cocinar unas pizzas. Intercambiamos un par de preguntas del estilo, ¿qué tal?, ¿cómo anda todo?, ¿saliste anoche? Y algunas referidas al viaje que demostraban lo difícil que resulta esconder un elefante adentro de un costurero. Joaco agarró el libro de Fontanarrosa y hablamos un poco de eso. Dos o tres palabras.

-Me voy- dije

-Quedate a comer-

-No, no, me voy- Inventé una excusa. Me hubiera quedado, pero hice bien en irme.

En la puerta, nos saludamos como si nos fuéramos a ver al día siguiente. Bromeamos un poco, me dio alguna información técnica, de horarios y cosas así. Yo sabía que era más difícil para él que para mí, así que volví a pensar en la palabra “fuerza”. Se acercaba Mora. Nos saludamos dos o tres veces más y dí un par de pasos en dirección al auto. Volví y lo abracé. Por suerte Mora ya estaba muy cerca y me dio fuerza para no llorar. Hubiera llorado como un nene. Nos soltamos y Joaco la alzó a Mora, yo me acerqué para darle un beso.

-Fuerza.- Fue lo único que pude decir, y me fui caminando hacia el auto. Me subí, puse Calle 13 y me escondí atrás del polarizado de los vídrios. Lloré desconsoladamente hasta la casa de Jime. Allá estaban Mamá y Papá. Estábamos todos sensibles, pero la pasamos bien.

Ahora, ya tengo a mi hermano viviendo en Méjico, algo nuevo. Llorar sin querer modificar la causa de mi llanto, es algo que no creía que iba a aprender alguna vez.

Anoche la llamé a Mamá al fijo, me confundió con Joaco. Me dio mucha ternura escuchar con la voz que me habló pensando que era él.

-Tienen la voz igual.- Me dijo.

lunes, 13 de febrero de 2012

Isla





Holapelucaaaaaa

Acá te mando las fotos que saque con el celular cuando fuimos a la isla de Paloma el fin de semana pasado.
Nos metimos al río lloviendo, hicieron fuego, jugaron con los perros, jugamos a las bochas, escuchamos música, bailamos, nos metimos al río de nuevo, paseamos en lancha, salió el sol y otras cosas que no se que son, porque no te dí bola por momentos.
Por lo general, trato de no estarte mucho encima, quería aprovechar la oportunidad para decirte que a veces no parece que te diera bola, pero en realidad me encanta verte jugar sola, que investigues, inspecciones, pidas ayuda si la necesitas, aprendas a manejarte sola. Yo me divierto solo también, pero jamás te pierdo de vista. Te miro desde una distancia, que me permita siempre salvarte en caso de que vea que estés en peligro. No se si está bien, una vez te di una tijera cuando eras chiquita, y te filmé, y la gente se espantaba, ¡cómo le vas a dar una tijera si tiene 2 años!, me decia la gente, y yo le contestaba, ella se apoyó la tijera en la panza, se la hundió y paró de hundirla cuando empezó a sentir dolor, es una nena, no es tonta. Algunos dicen que es pura suerte, que nunca te pasó nada de suerte, porque yo te llevo en bici parada en el caño, te enseñé a cruzar la caye, a trepar árboles, a no tenerle miedo a los perros, a pezcar, a acercarte a la gente que no conocés, a pedir permiso, a no tener vergüenza, a usar el martillo, la pinza y el destornillador, a cortar comida con un cuchillo, a pintar heladeras, a subirte a las rejas, andar en bici y también en patines. El otro día en la isla de Paloma, te animaste a cruzar nadando el río, con un chaleco salvavidas, pero nadaste como 30 o 40 metros, siempre conmigo cerca, o con Rayo el perro bañero. Por ahora estás enterita. Una vez, pisaste una braza descalza, pero no fué nada.
La gente siempre me dice: "Se va a caeeeer!!" y yo les digo: "No, no se va a caer, se PUEDE caer, pero no es seguro... yo creo que no se va a caer, y ella tampoco". Y por suerte, o por lo que sea, hasta ahora nunca te caiste mas fuerte de lo que podes soportar.

Bueno amor, el fin de semana que viene te vas a Córdoba con Mami, te voy a extrañar, pero vos sabes que extrañar es lindo, porque después tenemos mas ganas de vernos, darnos besos, acariciarnos y cagarnos a trompadas.

Te amo.

Papete

jueves, 9 de febrero de 2012

Vino Male






























Hola Piti, ayer la fuimos a buscar a Male para que venga a jugar a
casa. Estabas re emocionada. Te cuidó la abuela Lili, fue el dia que
fueron con el abuelo Elbardo, a comprar un horno cerca de casa y se la
encontraron a Maya que andaba dando vueltas por ahi. ¿te acordas?
Bueno, te fui a buscar a lo de la abuela y nos fuimos a buscar a Male.
Con Male dibujaron, jugaron con los gatos, y después fuimos a la
placita de Nahuel, ahí anduviste en bici con rueditas (tu bici todavía
te queda un poquito grande) un rato largo . Volvieron de la plaza
agarradas de la mano. Después tomaron un vaso de leche Junior que el
sachet tenía una foto Piggy de Los Muppets. (La semana que viene voy a
tratar de llevarte al cine a verla). Después se fueron a tu pieza y se
pusieron a dibujar en el pizarrón con marcadores. Al rato miraron un
ratito Alvin y las ardillas 2 hasta que se hizo la hora de llevar a
Male a la casa.
A la noche me ayudaste a cosinar, cortaste tomate, pusiste aceite en
el sartén y cortaste el queso para las milanesas de soja. Después te
fuiste a bañar, comimos y te leí dos cuentos del libro que te regaló
Damián. Me fuí de la pieza antes que te duermas, cosa que hacía rato
que no hacíamos porque e venias pidiendo que me quede hasta que te
duermas, pero yo te dije que teníamos que empezar a practicar de
quedarte sola en la pieza porque ya sos grande. Lo hiciste sin
problemas. No sabes lo bien que me siento cada vez que afrontas algún
nuevo desafío y lo logras, como bañarte sola, cambiarte, dormir sola,
preparate la leche, untarte galletitas, andar en bici, atarte los
cordones, peinarte, ponerte crema, pintarte los labios, comprar en la
verdulería, preguntarle a nenes en la plaza si quieren jugar con vos y
un montón de cosas mas que al principio te dan miedo pero que después
lo haces y te pones re contenta.
A la noche, después de acostarte, los enganche a Dina y a su hijito
sin nombre durmiendo arriba de la media sombra de la pelopincho
acurrucada en el rincón de abajo de la ventana que da al baño y es
saque una foto. Ahi va también.

Últimamente me estoy sintiendo muy bien, vengo de sentirme muy muy
triste desde la separación con mami, vos lo habrás notado, y quería
agradecerte por haberme ayudado tanto, me sacaste de la cama, me
hiciste reir, me incitaste a salir a pasear, me escuchaste, me
acariciaste, me hablaste, me reclamaste, me entendiste a tu manera,
pero ante todo nunca dejaste de hacerme sentir orgulloso de ser tu
papá. Todo eso, sólo con 5 añitos nada mas.

Te mando fotos del día con Male.

Te amo

Papi

Dominguear

Dominguear es ir al rio. Es pedirme que ponga mi cara en tu culo para tirarte un pedo en la plaza del río. Es ir a renegar con los patines. Es ir a visitar a los abuelos. Es asado. Es pileta. Es tratar de sacar piedras enterradas en el piso. Es ir a pasear en bici. Es tirarse a la sombra de cualquier árbol. Los domingos te ponés mimosa, apollas las piernas en mi panza y cantas cualquier cosa inventada, o murmurás como si fueras la protagonista de una pelicula de acción doblada al neutro. Si te das cuenta que te estoy escuchando, parás. Ves nidos en los árboles mientras te cuelga la cabeza del banco de la plaza. La retás a Maya, después la acaricias. Te aburris un rato. Jugas con cualquier nene o nena. Te moves. Actuas que te vas a morir de un supuesto dolor de panza. Al segundo te olvidás y te volvés a tirar en el banco con la cabeza colgando buscando nidos en las copas de los árboles. Me preguntas si me acuerdo de algo. Te reís. Me pedis que deje el celular para prestarte atención.